Permítanme compartir con ustedes este hermoso poema de Pablo Neruda, lo hallé en una de las paredes cerca de la plaza de San Francisco en el casco histórico de nuestra querida Vieja Habana.

Cuando lo encontré había alguien leyéndolo, Wendy y yo nos colocamos por detrás de esta misma persona para ver lo que leía, para asombro mío, era un poema de Neruda. Un poema de esos que cuando lo leemos o declamamos nos dejan sin aliento.

No dude ni un instante en regalarle con mi propia voz a mi esposa el mismo poema que en esa pared nos regalaba sus letras, sé que cuando lo declamaba lo hacía con la mejor de las voces. Cuando termine ambos nos miramos con la misma mirada de cómplices y de enamorados que nos regalamos desde el primer momento en que nos encontramos.

La persona que estaba delante de nosotros al escuchar como yo le recitaba este poema que hoy comparto con ustedes a mi esposa nos sonrió